Avanzaba el verano de 1970, cuando fuimos convocadas: mi hermana Raquel y yo por la entonces, Superiora del Colegio Sagrado Corazón, Hna. Benildes; a efectos de mantener una entrevista.
A través de ella evaluaría si teníamos condiciones profesionales y personales para ingresar como docentes al servicio educativo religioso. Debo aclarar que ese año, la Congregación, trasladaba a tres religiosas docentes, incluida la Directora; por lo tanto debían cubrir las vacantes con personal laico, ya que carecían de personal docente religioso para hacerlo.
Así ingresamos como docentes a ese amado colegio que representó para mi un mundo nuevo, distinto, luminoso, donde ante cada problemática, estaba el enfoque religioso para resolverla y la palabra reflexiva de una religiosa, que nos llenaba el alma de paz y esperanzas.
Esta sensación era un denominador común entre docentes, padres y alumnos. El objetivo direccional de la educación a impartir era la formación cristiana del niño, donde, la caridad, el amor y el respeto por el otro, eran los pilares de apoyo de dicha educación.
La caridad cristiana practicada en todo momento por las religiosas les hacía tener muchos niños becados. El otorgamiento de becas era una condición estatal para el reconocimiento oficial y en consecuencia el pago de los sueldos del personal docente del servicio educativo.
Esta situación no era aceptada por todos los padres de los alumnos. Algunos querían que no se otorgaran becas, para que no surgieran problemas económicos; otros en cambio, entendían que no solamente eran necesarias, sino que, gracias a ellas muchas familias humildes podían enviar a sus hijos para darles la formación cristiana que deseaban.
Comenzaba así a gestarse una situación, no sólo incómoda, sino de resquebrajamiento de aquella unidad que tanto admiré al ingresar al querido colegio. Toda esta situación estaba inmersa en un contexto socio-político complejo. La debilidad del gobierno democrático hacía pensar que las Fuerzas Armadas intervendrían deponiéndolo. Así sucedió, derrocada La Presidenta electa, se instaló el Gobierno militar y con ellos se perdieron los derechos y Garantías Constitucionales y las libertades individuales. (Año 1976)
Comenzaron las persecuciones ideológicas y todos aquellos que pensaban o acordaban distinto de ellos, eran: observados, controlados y hasta perseguidos; llevados presos y secuestrados.
¿Y nuestro colegio y religiosas qué tenían que ver con esta situación?, se preguntarán ustedes; acá va la respuesta:
La Educación que se impartía; si bien tenía el mismo currículum que las escuelas públicas, nosotros teníamos mayor libertad metodológica y ellas estimulaban nuestra creatividad, dándonos cursos de capacitación permanente.
Esto no era sólo en las materias curriculares, sino también en la catequesis, para capacitarnos en ella. La Congregación enviaba sacerdotes y/o religiosas.
En esas capacitaciones; las reflexiones acerca de nuestro compromiso cristiano, nuestros valores, nuestros errores y el dar nuestra vida por el hermano; nos hacían pensar si realmente éramos merecedores de ser docentes de un Colegio católico.
Hubo padres y/o docentes que no supieron o no quisieron entenderlo porque no les convenía y acusaron de: comunistas, tercermundistas, etc, a las religiosas y docentes que las apoyábamos.
No conformes con la difamación, nos denunciaron al 5º Cuerpo de Ejército (con asiento en B. Blanca, a cargo del Gral. Azpitarte), y al Ministerio de Educación a cargo del Sr. Taiana. Además intentaron sembrar el miedo enviándonos anónimos o haciéndonos llamadas telefónicas amenazantes. Este fue un juego muy peligroso ya que en aquella época la persecución de los denunciados o sospechados, por lo general, terminaba con la muerte o desaparición de los mismos. La Congregación no quiso exponer a sus religiosas y a pesar del apoyo de padres y docentes que creían en ellas, decidieron entregar el Colegio y marcharse.
Debo destacar que en respuesta a las peligrosas denuncias, los Servicios de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, vinieron a nuestra ciudad, nos siguieron, controlaron y no actuaron porque nada vieron que pudiera comprometernos.
Nada lograron por la vía más temida: la Fuerzas Armadas, por eso recurrieron al Ministro de Educación. Desde allí enviaron una intervención (en realidad lo hicieron para disfrazar una situación y dejar conformes a los denunciantes) que tendría por misión: cesar a quien escribe: Haydée Galdona, por cuanto mi hermana Raquel, ya había sido cesada; parando de esta manera el nefasto accionar de esta gente.
Para la intervención se designaron a dos Sras. docentes jubiladas, de excelente desempeño, quienes cubrieron los cargos directivos del colegio. De esta manera aquellos padres y docentes que pretendían cubrir esos cargos ante la ausencia de las religiosas, no fueron tenidos en cuenta por el Ministro Taiana.
Todo esto sucedió en el año 1977. Años después se levantaría la intervención diciendo que: “no habían encontrado irregularidades administrativas”
Parecía un relato de ciencia-ficción, algo tenían que decir, ya que ese no era el tema en cuestión, pero claro, tampoco pudieron demostrar que éramos de izquierda, comunistas, etc, porque nunca lo fuimos y nuestra inocencia era evidente.
Los años han pasado, las religiosas han sido invitadas al igual que nosotras, por nuestros alumnos de aquella época; a las fiestas del reencuentro, que se desarrollaron plenas de amor, paz y alegría.
En el año 1984, al recuperarse la democracia y asumir el Dr. Raúl Alfonsín; nos reincorporan y así continuamos trabajando en la docencia, amando y educando a los niños, como era nuestra vocación.
Los tristes momentos vividos quedaron en el recuerdo. De ellos rescatamos todo lo positivo:
-Ganamos nuevos y sinceros amigos.
-Aprendimos a darle a la familia su verdadero valor.
-Descubrimos la importancia de vivir con transparencia y humildad.
-Comprobamos que no todos los militares fueron malos, ya que nosotras salvamos nuestras vidas, gracias al correcto accionar de algunos de ellos.
-La satisfacción de luchar por la verdad y la justicia.
-Comprendimos que debemos mantener nuestros ideales a lo largo de nuestras vidas porque son la esencia de la vida misma.
-Pero por sobre todo sentimos la presencia viva del Señor, nuestro Dios, protegiéndonos, guiándonos, y enseñándonos a perdonar.
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